Durante milenios los agricultores han usado métodos de selección para mejorar sus cultivos, guardando las mejores semillas para siembra en el siguiente ciclo agrícola.
Con el tiempo los controles sobre la reproducción de plantas se volvieron más complejos, incluyendo procesos para desarrollar híbridos. Con el advenimiento de la Biología molecular y las herramientas para manipular directamente el ADN, se dio paso a la Ingeniería genética. Los primeros avances derivados de esta biotecnología se desarrollaron en las grandes universidades norteamericanas y europeas.
El nuevo paradigma de las semillas biotecnológicas o genéticamente modificadas implica un cambio en el proceso de mejoramiento genético, pero con nuevas interrogantes. Hay corrientes que sostienen que la biotecnología es un medio para mejorar la seguridad alimentaria y disminuir las presiones sobre el medio ambiente si se utilizan responsablemente.
El debate acerca de la conveniencia del uso de semillas biotecnológicas o genéticamente modificadas en nuestro país ha sido intenso en los últimos 20 años.
El conocimiento científico sobre el alcance y las consecuencias ambientales, económicas y para la salud humana de esta tecnología ha ido en aumento, generando retos importantes en países que son Centros de Origen y Diversificación de cultivos, como México. Esta realidad exige un esfuerzo académico en aras de arrojar luz sobre una serie de dinámicas que pueden favorecer que las semillas genéticamente modificadas sustituyan a las variedades tradicionales, nativas y silvestres, con un consecuente deterioro genético y pérdida de soberanía alimentaria.
El maíz es el cultivo más importante de México desde el punto de vista alimentario, económico y social. Se utilizan muchas variedades de maíces originarios para hacer un sinnúmero de platillos tradicionales y es un alimento básico de la cocina mexicana, sin embargo, se han documentado casos de contaminación transgénica de maíces nativos en comunidades de varios estados del país.