El reloj marca las seis con cuarenta y cinco. El filo del alba se anuncia por un delgado rayo de luz que atraviesa la habitación. Rosi alcanza la alarma, la apaga, se estira y de nuevo duerme profundamente, perezosa. El reloj vuelve a sonar a las siete interrumpiendo un sueño de magia y hechizos que involucra barcos y dragones en una afrenta medieval. Rosi no se quiere levantar, pero la canción de la alarma le avisa que es tarde y, un poco nerviosa, no duda en salir de la cama, entre dragones de ensueño que no se quieren disipar.
Se escuchan a lo lejos, en la radio, algunas noticias sobre el muro de la frontera norte. En la regadera Rosi reflexiona sobre la intolerancia y la diversidad; pasados unos minutos no se da cuenta que ha dejado de reparar en el reportaje de la radio y ahora piensa en un guisado de grillos con un alto contenido de proteínas. Se apresura a salir de casa y con la atención puesta en su estómago define que quiere un bísquet y un café con leche.
“Como reflexión final, no pensé que la invitación de trabajar esos quince días se volviera cuarenta y dos años.”
Ante una mesa verde Rosi desayuna y prepara su tarea. Se distrae a cada instante; por la ventana ve a un ciclista a toda velocidad, a una mujer ejecutiva con un agudo sentido de la moda, a una niña sin dientes que hace berrinches a su mamá. Rosi ve los carros e imagina que se han puesto de acuerdo en un juego de carreras y todos van hacia una muy muy lejana meta.
Rosi vuelve a su tarea. – ¡Estudia Rosa María! –se reprende a sí misma; vuelve su mirada a sus copias e intenta leer. En chino dà significa “grande” y jiä significa “familia” y juntas, dàjiä, significa “todo el mundo” y Rosi se sonríe, todo el mundo es una gran familia unida en una bella palabra. En señal de victoria por aprender algo nuevo toma un poco de café, que ya está un poco frío. Revisa la hora y se apresura a terminar su desayuno para entrar a su clase.
Dos horas de vocales tonales y logogramas orientales. Rosi intentó imaginar cómo la cultura china creó el hanzi de “ver” (見), pero no logró sino pensar en un ser con pies y sólo un ojo. Repite con sus compañeros el jiàn una y otra vez, con su mejor tono, hasta que la profesora determina que se trata de la pronunciación correcta.
Rosi se forma en la cafetería de la UAM. Huele a guisado, su hambre la impacienta y se distrae platicando con sus amigos. La charla versa sobre el azúcar en las bebidas y luce sus mejores conocimientos nutricionales. Es tan intensa y apasionada la conversación que de un momento a otro está por terminar de comer.
Es hora de trabajar. Todavía no llega a su escritorio y se tiene que apresurar para tomar una llamada ¿Quién será? ¿Acaso un afamado historiador de las revoluciones mexicanas? ¿Un escultor de injusticias contemporáneas? ¿Una bióloga defensora de los más inusuales y extraños ecosistemas? No atinó, del otro lado de la línea un estudiante hacía muchas preguntas. Rosi transfiere la llamada al área correspondiente y comienza a revisar sus pendientes.
Un oficio tras otro. Rosi teclea C O P L A D A punto V punto D punto 0 5 4 4 2 punto 1 7, piensa en esa infinita cadena de consecutivos e historias de las cuales ha sido testigo. Una tecla tras otra: Estimada doctora Fulana dos puntos, enter, por medio de la presente me permito distraer su atención para informarle… Rosi se dicta mentalmente y busca combinar las mejores palabras; concluye: cordialmente, coma, Casa Abierta al Tiempo, enter… Imprime y lo lleva a revisión.
Siente frío. Al regresar a su lugar se pone su suéter y continúa su trabajo. Rebeca, su siempre entrañable Rebeca, ha entrado en la oficina, abrazándose a sí misma, -“Ya bajó la temperatura”, -le dice, como mero pretexto para hacer un pequeño paréntesis laboral. Se bromean y desatan la algarabía en COPLADA.
El reloj marca las veinte horas. Se han encendido y apagado luces, las palabras disminuyen, abundan las “buenas noches”, las puertas se cierran. Tras el cerrojo de la puerta principal de la coordinación, Rosi y Leti bajan las escaleras y se disponen a cruzar la entrada del Edificio Central, para encontrar a su amiga Ema e ir a casa. Leti va contando una historia de fantasmas, nahuales y brujas; Rosi escucha mientras mira las estrellas, y sueña.