Un breve recorrido por los procesos
Desde niña estuve vinculada a la vida rural porque mi padre trabajaba con gente del campo en proyectos y escuelas agropecuarias. Y cuando cursé la carrera de economía, en las materias de investigación me incliné rápidamente a temas rurales. Todavía estudiaba cuando también empecé a vincularme a procesos donde participaban mujeres de colonias populares, sindicatos y mujeres rurales. En los dos espacios combiné mi activismo con reflexiones o pequeñas investigaciones con intención más académica.
Desde que iba a terminar la licenciatura y durante dos décadas fui investigadora en el Instituto de Estudios para el Desarrollo Rural Maya, dirigido por Armando Bartra, sin duda fue una experiencia formativa y personal muy importante en mi vida; más o menos en esos mismos años fui maestra de seminarios y materias sobre temas agrarios y rurales en la UNAM. Parecía que mi camino profesional iría por lo rural. Todo lo que hacía con mujeres era por mi cuenta, sin cobertura institucional, fuera de horarios de trabajo, pero me interesaba vitalmente, me apasionaron los temas, los problemas, las historias de mujeres, tanto de algunas mujeres como de colectivos que hacían maravillas partiendo de situaciones muy desventajosas.
Me gustaba escribir pequeños textos sobre esos procesos inadvertidos, los publiqué en el Que sí, que no…, prensa marginal que circulaba en los movimientos sociales. No quería que se perdieran algunas historias y aportes de mujeres de los entonces llamados “sectores populares”, mujeres del pueblo que en los años ochenta irrumpían en el espacio en medio de ninguneos y muchas tensiones. Y empecé a escribir textos más largos sobre eso que palpaba en el activismo. Tres de ellos fueron publicados por El Colegio de México, no tenían tanta discusión teórica sino una interpretación, en ese momento, creo yo, fresca y original sobre mujeres y feminismos.
“Las mujeres de San Miguel Teotongo a la hora de la lucha ciudadana” es uno de los escritos publicados por el Colmex, me sentí contenta de escribir esa historia de mujeres de una colonia popular, que comenzaron siendo un grupo de amas de casa, así se autonombraban, y acabaron siendo un grupo de mujeres en lucha con una creatividad y una capacidad de transformación social, cultural y política impresionantes. Veinte años de cercanía o acompañamiento a su proceso me permitieron analizarlo con una perspectiva histórica más amplia. Creo que las mujeres de San Miguel Teotongo se sintieron muy reconocidas, muy identificadas con ese texto.
Hasta que ingresé a la UAM, en el año de 1998, cuando tuve un solo empleo, pude ir articulando los estudios rurales con los llamados estudios de género. En la UAM encontré un espacio y un tiempo adecuados para realizar investigación de estos temas en proyectos de más largo aliento. Mi tesis de doctorado: Cuatro vertientes del feminismo en México. Diversidad de rutas y cruce de caminos, fue posible gracias a mi nueva situación institucional. De algún modo es un texto autobiográfico, no porque lo haya pensado así, sino porque ahí analizo distintos procesos de mujeres con las que colaboré o de los movimientos con los que me vinculé; desde ahí establezco un debate sobre qué es o qué está siendo el feminismo. Frente a una historia unilineal de este movimiento, propongo reconocer la diversidad de genealogías, rutas y perspectivas políticas, propongo pensar en plural, los feminismos, y reconocer a esas vertientes ninguneadas en los movimientos sociales mixtos y también en los espacios feministas.
Colaborando con mujeres
A fines de los años noventa colaboré con el Foro Nacional de Mujeres y Políticas de Población en torno a la salud reproductiva; se me abrió mucho la posibilidad de trabajar con redes que trataban de incidir en políticas públicas. En el Foro participaban alrededor de 30 organismos no gubernamentales de 17 estados del país. El estudio que hice con el Foro fue presentado en Cairo+5, en Nueva York, en 1999 y editado en Compromisos y realidades de la salud reproductiva en México. Una mirada a la situación nacional y a cuatro estados.
En 2002, la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Conami), agrupa a mujeres de diversos pueblos indígenas, me invitó a hacer un estudio sobre mortalidad materna en regiones indígenas. Fue un estudio hecho con ellas y para ellas, pero el sentido era incidir en políticas públicas. Hicimos talleres en cinco regiones indígenas para reconocer y reflexionar sobre el cómo viven la maternidad, el parto, el puerperio, cuáles son sus servicios de salud, sus problemas, el incumplimiento de sus derechos, etc. El texto “Doscientas treces voces contra la muerte. Mortalidad materna en zonas indígenas”, pulicado en 2004, recupera esa problemática. La Conami difundió ampliamente el problema y presentó un modelo de atención para mujeres indígenas… así posicionó el tema en la agenda pública y presionó por políticas públicas adecuadas y justas para mujeres indígenas que viven procesos reproductivos.
El estudio sobre mortalidad materna me permitió conocer a varias lideresas indígenas, entre ellas las del estado de Guerrero, que me invitaron a recuperar la historia de su organización y de sus luchas. Así fue cómo, a fines de 2006, emprendí, junto con tres maestrantes del Posgrado en Desarrollo Rural (no todas pudieron seguir participando), una investigación que se recoge en el libro La Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas. Construyendo equidad y ciudadanía, que se publicó en 2010. Ahí se rastrea el conjunto de procesos que confluyen en una coordinadora como ésta; su compleja articulación con los movimientos y la historia social y política de Guerrero, la riqueza y la diversidad de retos que enfrentan las mujeres indígenas cuando se “atreven” a organizarse y a luchar por sus derechos como mujeres.
Otra experiencia importante para mí, ha sido con la Red Nacional de Promotoras y Asesoras Rurales, la RedPar, con la que emprendí un estudio para comprender qué estaba pasando con las mujeres rurales, en un contexto crítico para la economía y alimentación campesinas, con mucha migración, efectos visibles del cambio climático. Fue un trabajo interesante y complejo, pues junto con otra compañera, Gloria Carmona de Alva, se trataba de coordinar alrededor de veinte promotoras de ocho entidades del país y recuperar en un texto, los resultados de esos talleres.