El rayo de sol impacta en tu cabeza sin clemencia. Corre espesamente el viento y golpea tu cara. El hedor no desaparece, crece, cambia, siempre repugnante. No puedes pensar con claridad, con una imaginación estéril divagas cosas que no sabes si estás viendo, pensando o diciendo. Escuchas con fuerza el sonido del mar, lejano y a su vez tan cercano, pero nunca lo vez. Sobre el desierto pantanoso, de agua putrefacta, una bestia sin ojos y de enorme boca se acerca a ti. No te asustas, no te impresionas, no intentas escapar; a tu cerebro ralentizado no le importa. El monstruo, cada vez más cerca, te produce una súbita sensación de melancolía… y justo en el momento en que sientes más peligro te das cuenta de que es una botella enredada en una bolsa de plástico.
Además de arruinar nuestra breve historia, la basura crea escenarios espantosos que atentan contra la vida. Esta descripción intenta acercarse al llamado continente de plástico del pacífico norte. En 1997 el oceanógrafo Charles Moore descubrió la “Isla de la basura”, un remolino marino de desperdicios plásticos. Está conformada tanto de residuos completos como de pequeñas partículas fragmentadas, las cuales se han vuelto una adicción para algunos peces y ha afectado su salud. Aunque la ‘isla’ se encuentra lejos de centros urbanos, la basura llega a través de corrientes oceánicas, y su lejanía es una de las principales causas de su permanencia: nadie quiere responsabilizarse de las aguas internacionales.
La basura que generamos produce pequeños impactos visibles y comunes para nosotros, como alguna envoltura en la calle, algún parque sucio… pero los grandes impactos, al estar lejos de nuestra zona cotidiana, los invisibilizamos, como esta isla. No obstante, no desaparecen. Y aunque en sentido estricto no es una isla, no deja de ser un problema.
Sacar la basura del mar es una acción sin duda urgente -el océano genera una parte importante de oxígeno, los peces presentan malnutrición por comer plástico y el agua como motor de vida está amenazada- sin embargo, sacar la basura es sólo el primer paso. El objetivo debería ser evitar este grado de contaminación, pensar en una vida consciente y sustentable.
Con este objetivo Miroslava, Ángel y Carlos, recién egresados de la Licenciatura en Diseño Industrial, hicieron propuestas para sus trabajos terminales del último año de carrera. Desde enfoques muy distintos enriquecieron la oferta de productos amigables con el medio ambiente.
Miroslava pensó en reducir el gasto de plástico. Diseñó un vaso que no necesita tapa ni popote; y de esta forma evitar su producción. Aunque el vaso también es de plástico, éste es totalmente reciclable y se convierte en una alternativa real en el mercado actual de estos productos.
La reflexión de Ángel se centra en la conservación. Fascinado por el ajolote y preocupado por la amenaza de esta especie por las malas condiciones de los canales en Xochimilco, siguió de cerca su investigación en los laboratorios del Departamento El Hombre y su Ambiente, y diseñó un producto útil para la praxis diaria de los biólogos preocupados por la conservación de esta especie. Pensó en todo: en la comodidad de los anfibios, en evitar la transmisión de enfermedades, en el proceso de medición, en la postura de los biólogos.
Reutilizar fue el eje de trabajo e investigación de Carlos. Él observó el proceso de desecho del vidrio de ventanas y vasos, y notó su desuso. Por medio de una técnica en frío, no contaminante, reutiliza estos desechos para crear laminados. El método puede convertir el vidrio en una inimaginable cantidad de objetos, en su trabajo de investigación terminal decidió enfocarlo a artículos artísticos.
Falta mucho para una organización social basada en principios sustentables, pero estamos dando los primeros pasos. El resultado de Miroslava, Ángel y Carlos muestra su interés en nuestro planeta; a su vez, es también fruto de la UAM-X, de un sistema construido en los pilares de la docencia, investigación y servicio. Acompáñanos a conocer cómo fue el proceso creativo de nuestros compañeros diseñadores industriales.