La historia de las ciudades y de la vivienda está estrechamente unida al desarrollo social, económico y político de la humanidad pues han sido los espacios más importantes en donde se desarrolla la vida cotidiana en sus vertientes material y simbólica.
La vivienda constituye un lugar central de refugio y protección en la vida de las personas y los grupos sociales. Este espacio doméstico constituye uno de los escenarios principales de la reproducción social y el conflicto. Más allá de albergar la intimidad cultural, personal o doméstica, las viviendas y las ciudades nos muestran el modo de habitar de una cultura. Nos sirven como indicadores para investigar el reparto del poder, la pertenencia de clase, la apropiación de la tierra y de los bienes, el acceso a recursos y derechos, entre otros.
Tanto la vivienda como la ciudad evolucionaron con el paso del tiempo desde el hombre en las cavernas hasta la actualidad, pasando por las sociedades tribales, las sociedades feudales hasta la sociedad contemporánea y dentro de ella las metrópolis.
La urbanización mundial ha sido uno de los factores para que la vivienda -esencial para la supervivencia del hombre- se convirtiera en un objeto muy importante de consumo. Las crisis económicas tienen casi siempre como protagonista un especulativo auge del mercado inmobiliario, un escenario donde la necesidad de habitar un espacio para la vida, compite con la oportunidad de convertirse en una buena inversión, con un valor de cambio.
Por otro lado, la planeación territorial, pieza fundamental en la transformación de las ciudades, que intenta ordenar y aportar un mejor desarrollo sustentable para habitarlas y hacerlas disfrutables, también exige establecer esquemas para gobernarlas. Dejemos que el Dr. Roberto Eibenschutz Hartman profundice en estos aspectos.