Ser joven, especialmente en América Latina, no tiene un significado muy halagador. Ser joven nunca fue fácil, es cierto; pero hoy es especialmente difícil; se cierran cada vez más las posibilidades de acceso para millones de jóvenes. La falta de empleos de calidad, el embudo en el que se ha convertido la educación, sumado al endeudamiento estudiantil en muchos países. La pobreza define en buena medida los caminos de los jóvenes en muchos países; desempleo, precariedad, inseguridad y criminalización de la juventud y la pobreza, hacen parte de la experiencia cotidiana y subjetiva de millones de jóvenes.
Con este panorama, no es difícil imaginar que la subjetividad está atravesada por el “desencanto”, la indignación, la rabia, la tristeza, pero que, al mismo tiempo, al colocarla junto a la dimensión política, intenta recuperar las múltiples formas en las que los actores juveniles, a través del arte, la música, el grafiti, la creación de colectivos, la participación en distintas causas y el emprendimiento, se involucran de manera activa con la realidad.
En el presente numero tenemos dos ejemplos de jóvenes emprendedoras, una por medio del diseño industrial, que aplicado a la medicina es un gran desconocido en nuestro país, aunque desde otras perspectivas es algo que debería ser muy relevante para un Estado del bienestar del ser humano y otra desde la nutrición.
Erika Salas Tapia se ha propuesto crear y desarrollar dispositivos médicos a bajo costo que no son solamente el diseño de un aparato funcional que permita al enfermo o enferma desempeñarse mejor en la vida cotidiana, sino que ha unificado buen diseño, belleza y sutileza en este mundo de las ayudas técnicas. Este es un gran ejemplo de cómo se puede aportar dignidad y elegancia a las personas que deben usar prótesis.
“Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Ali Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y, al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable.”
Eduardo Galeano
La alimentación es objeto de interés, especulación y debate constante sobre diversos puntos de vista y temas como: qué comer para calmar el hambre, qué comer para mejorar la salud, la fertilidad y la potencia sexual, qué comer para curar enfermedades y estimular los procesos corporales, qué comer para ganar o perder peso. Es decir, los factores que determinan lo que las personas comen y por qué lo comen se han transformado en temas centrales de discusión producto de las consecuencias sociales y culturales de los hábitos alimentarios.
La especificidad de la alimentación humana es compleja. Diversos estudios de comportamientos realizados en seres humanos, análisis de restos prehistóricos y observación de sociedades tradicionales contemporáneas, han mostrado que el ser humano tiene una compleja capacidad de adaptación a los numerosos recursos alimentarios a los que tiene acceso en diversas regiones; esta capacidad tiene que ver con la fisiología humana, en tanto se satisfagan ciertos requisitos mínimos y, con la condición de que se mantenga un cierto equilibrio entre los diferentes nutrientes ingeridos, las personas pueden permanecer igualmente bien. Los hábitos alimentarios responden a presiones culturales y sociales y las personas seleccionan, consumen y utilizan los alimentos que tienen a su disposición.
Hay un debate importante acerca de si la desnutrición es causada por la miseria o por la existencia de “malos” hábitos culturales alimenticios. Algunos relacionan el problema con la discriminación socioeconómica mientras que otros tienden a verlo como producto de la “ignorancia” cultural, nutricional y económica.
La sociedad moderna occidental es el único grupo cultural que evalúa los alimentos que ingiere y sus combinaciones, considerando categorías como: energía, grasas, proteínas, vitaminas y minerales. Los antropólogos por su parte han dedicado sus investigaciones a la “sabiduría nutricional” de las dietas, en diferentes pueblos o grupos especialmente relacionados con rápidos cambios socioeconómicos y culturales. Se dice, que las dietas tradicionales equilibradas son más saludables que la moderna dieta rica en azúcares y grasas.
Dentro de este tema tan polémico y tan complicado, Romina Navarro Alzate ha decidido involucrarse para intentar realizar cambios dentro de los niños con obesidad, planteando un interesante y novedoso proyecto.