Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan…
Me prosterno ante ellas… las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola…
Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció… Tienen sombra, trasparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto trasmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada…
Confieso que he vivido
Pablo Neruda, 1974
Maule, 1904 – Santiago de Chile, 1973
Empecé en esta Universidad dando clases de semiótica del cine, una de las facetas de la pregunta por la significación, por los lenguajes, por los relatos, por el diálogo. Cuando hablamos de lenguaje hablamos de lo que éste significa esencialmente, pero hay muchas maneras de significar: una de ellas son las imágenes, otra los sonidos, otra los cuerpos, los objetos. La música y todas las artes, las figurativas, las narrativas, la danza -por supuesto- involucran modos de significación que también comprometen calidades específicas de lenguaje.
Hablar del lenguaje es hablar de todos estos modos de creación que involucran, desde la sonoridad pura de la música, la figuratividad pura de la pintura o la fotografía, hasta el trabajo narrativo, porque hablar es narrar, es contar.
Nosotros usamos el lenguaje para contar historias; toda nuestra vida está formada por la conversación y el diálogo con los otros y en este ejercicio contamos historias: las nuestras, las de los otros, las colectivas, las de la comunidad en que vivimos. Somos contadores permanentes de historias. ¿y qué es eso de contar una historia? ¿Cuáles son las formas de contar una historia? Veo que esas maneras de contar la historia encuentran diferentes ámbitos, distintos recursos. El cine es uno de los recursos privilegiados en el mundo moderno para contar historias.
Junto con la literatura, el cine y la música fueron algunas de mis pasiones muy tempranas. Esa forma de contar con imágenes. Quería entender qué era contar una historia de esa manera. Me apasionó y fue la que me trajo a la Universidad; una dimensión fundamental para mí.
Pero mi pregunta fundamental, en realidad, se reduce a algo muy simple: ¿Qué es el lenguaje? ¿cómo funciona en el mundo? ¿cuál es su papel dentro de la constitución de la experiencia humana?
Somos humanos por el lenguaje, es uno de los rasgos decisivos de nuestra humanidad; tratar de comprender, esto me ha llevado por muchas rutas, por muchos tópicos y temas, porque nuestro vínculo con los otros, la conformación de las colectividades, la subjetividad, también están sostenidas por palabras. Tomas Segovia, uno de mis grandes maestros, decía: “Yo soy un hombre de palabras”, lo que quería subrayar era un matiz sutil, no era un hombre de palabra. Más bien, “estoy hecho de palabras, vivo de palabras, en palabras, para las palabras, eso soy”. No es que yo uso el lenguaje, soy mi lenguaje.
Esta idea me deslumbró y me abrió otro conjunto de facetas. Era yo muy joven. Me pregunté enseguida qué papel juegan las palabras en la conformación de mi propia identidad, en la identidad de mis vínculos con los otros, en el amor, en comprender, en darle forma al mundo. Un amor sin palabras es impensable, está soportado por palabras, pero también la experiencia estética, los afectos, la amistad están sostenidos por palabras.
Nuestro mundo íntimo está completamente conformado con palabras, pero también la violencia, la dominación, el poder, la exclusión, la iluminación y la creación, la invención y el extravío, la exasperación y tolerancia, el despotismo y la desolación. Y ¿cómo ocurre eso? ¿cómo ocurren todas estas facetas enigmáticas del lenguaje? Veamos lo que Raymundo Mier nos dice al respecto.