Los enfoques médicos y los enfoques sociales en torno a la discapacidad no han resuelto el problema de integración del 15 por ciento de la población humana. Si en la actualidad, la población ronda en 7 mil 300 millones de habitantes, alrededor de 1,095 millones de personas padecen alguna discapacidad. El ser humano es diverso, y es la conciencia de la diversidad la que nos puede llevar a una integración social.
El arte, por ejemplo, ha logrado avances importantes en la construcción de la conciencia de la diversidad y en la sensibilidad por lograr la integración social. El arte antiguo tiene un sinfín de representaciones, la mayoría de ellas en el anonimato. Y no sólo muestra su forma de vida, también el arte creado por personas con discapacidad muestra su potencial, es el espacio donde pueden demostrar que no tienen por qué enfrentarse a tantas barreras. Es un tema recurrente en la literatura, incluso en la infantil con los cuentos del soldadito de plomo o el patito feo; y en literatura el ejemplo icónico es Nuestra Señora de París, de Víctor Hugo; la Canción de Navidad de Charles Dickens; y en nuestro país Gaby Brimmer, de Elena Poniatowska.
“La discapacidad no es una prioridad en salud pública, no hay una conciencia de la discapacidad y no hay planteamientos ni posturas oficiales. Llamaremos enfoques a las dos grandes corrientes de pensamiento en torno a este tema (aunque no son precisamente modelos o enfoques): el médico y el social.”
Son infinitos los ejemplos que pueden causar empatía ante las barreras a las que se enfrentan las personas con discapacidad, tanto en la actualidad como en el transcurso de la historia. Hay muchas cintas, algunas muy populares, como Forrest Gump (1994), Un milagro para Lorenzo (1992), El milagro de Anna Sullivan (1962), Yo soy Sam (2001), La teoría del todo (2014), y muchísimas más. Para presentar el tema hablaremos de tres películas, en orden cronológico Freak de Tod Browning (1932), The Elephant Man de David Lynch (1980) y The Greatest Showman de Michael Gracey (2017). Las tres comparten historias de circos, las tres comparten historias de discapacidad.
Todavía en las ferias de México uno que otro atractivo son la mujer serpiente, el hombre con cuatro piernas, la señora barbona, entre otros, acompañados de historias increíbles, mitológicas y, por supuesto, irreales, basadas en pensamiento mágico-religioso: pecado de los padres, maldad, magia.
Es el mundo de la película Freak, una muestra del esplendor de esos grandes circos. Hans, un enano del circo, hereda una gran fortuna y buscando la normalidad, deja a su prometida enana para casarse con una “grande”. Pero Cleopatra, la mujer grande, ha planeado junto con Hércules, su amante, traicionar a Hans. Al descubrirlo, los “monstruos” (freaks) se vengarán. La película fue grabada con personajes que padecían alguna discapacidad; si bien, ridiculizarlos para mostrarlos en un circo es una postura poco ética y falta de escrúpulos, el argumento está de alguna manera en la integración social: aunque se presentan como monstruos, los personajes tienen un hogar, un gran ingreso y no están al margen, al contrario, son el centro de atención. Sin embargo, no son seres empoderados.
No todas las estrellas de esos circos corrieron con la misma suerte. El hombre elefante es la historia crudísima de un hombre que fue mostrado en el circo, pero –por su apariencia- era considerado un monstruo y era golpeado y humillado constantemente.
Basado en la historia real de Joseph Merrick, al ser rescatado por un médico demuestra ser una persona inteligente y creativa, pero es raptado para volver a mostrarse en el circo en un espectáculo de “fenómenos”. Escapa, pero al intentar regresar a su hogar es acosado por niños, acorralado por una multitud furiosa de la que es salvado por policías que lo devuelven al hospital. Una noche, después de ir a un musical en su honor, termina su maqueta de la iglesia y decide quitar las almohadas de su cama (que lo mantienen con vida, de otra forma moriría por su enfermedad obstructiva pulmonar) y muere mientras tiene una visión de su madre.
“Nadie ha marcado una diferencia siendo igual a todos”. Aún en cartelera, El gran showman es una película biográfica de P.T. Barnum. No nos detendremos a pensar en si se apega a la biografía o hechos históricos de Barnum, sino a la forma de ver a las personas con discapacidad. Un empleado pierde su trabajo y debe buscar una forma de subsistir. Tiene una idea brillante: montar un show lleno de seres diferentes, increíbles, monstruosos. Hugh comienza a buscar a personas para su museo de curiosidades, monta su show, los atavía con ricos vestidos y joyas y salen al escenario, donde los aplauden sin cansancio. Al igual que Freak, el circo se vuelve casa de muchos discapacitados, pero el precio por un hogar es ser exhibidos como raros, y no poder formar parte de la sociedad más que dentro del show. El mundo no puede verlos sino como monstruos, y reírse de ellos.
“Se van a reír de ti, pero se reirán de todos modos”. Dentro de la nómina del real Barnum figuró Lucía Zárate, la persona más pequeña del mundo. Ella, junto con el General Mite, montaban un acto en el que mientras hacían cosas cotidianas un gigante, con más de dos metros de altura, irrumpía en la escena. Y aunque se dice que a Lucía le gustaba su estilo de vida, jamás sonrió en ninguna foto.
En su libro Hacia una visión antropológica de la discapacidad, el doctor Mario Mandujano propone como hipótesis una visión de la sociedad actual estancada en ver en las personas con discapacidad a ese monstruo, arrebatándoles su calidad de seres humanos. “Aún con la investigación actual, este grupo social sigue segregado”. La integración social de las personas en esta condición sigue siendo un reto para el mundo contemporáneo.
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